viernes, 27 de enero de 2012

AGUIRRE Y LA VIGENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS

La Montaña / Oscar Loza Ochoa

La libertad es siempre la libertar de quienes piensan de otra forma.
Rosa Luxemburgo

El martes 24 comenzó la semana de homenaje a Jorge Aguirre. No podía quedarme callado y tomé la palabra en la inauguración de la jornada. Comparto con ustedes mi modesta intervención.

“No entendemos la paz sin libertades” -dice el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Tampoco nosotros. Insiste el movimiento que encabeza Javier Sicilia: “no pensamos que la paz deba hacerse a costa de los derechos de las personas y de las comunidades.” ¿Alguien de los presentes estaría en desacuerdo con ello? Pero la realidad que vivimos tiene otra lectura.

Cómo nos haces falta Jorge Aguirre, para que nos ayudes a entender que la violencia que sufrimos en las calles no es la única existente. Que violencia es también morir de hambre y de enfermedades curables, como mueren los tarahumaras y muchos otros mexicanos, mientras las reservas nacionales acumulan ahora más de 144 mil millones de dólares, al acecho de los especuladores de siempre, que terminan llevándoselos a sus bolsillos sin que nuestras leyes lo consideren delito.

Cómo nos haces falta Jorge, para que nos sigas señalando que violencia es también que 530 mil sinaloenses sufren pobreza alimentaria y que al menos 56 mil vecinos de este estado tocan las puertas de los negocios todos los días en busca de empleo sin encontrarlo. Eso es también violencia y no hemos organizado una fuerza pública con los recursos suficientes para desterrar la miseria.

Desde afuera nos insisten organismos de la ONU, la OCDE, el BID y otros en que nos comprometamos a disminuir la brecha entre los ricos y los pobres, a reducir la peligrosa desigualdad social que condena a la mitad de los mexicanos a vivir en la pobreza. El país, o al menos sus autoridades padecen de sordera. No estamos escuchando las advertencias.

Ciegos y sordos ante una preocupante realidad queremos creer que no hay límites en las injusticias sociales y que no hay relación entre estas y la violencia en las calles. No hay puerta a la sensibilidad, pues la autoridad sigue apostando al fortalecimiento de un Estado policiaco cuya misión es espantar al fantasma del crimen organizado y a la violencia en corto plazo. Tiene ya cinco años y no ha espantado a nadie, pero los problemas que generan la pobreza y la desigualdad social cada día se robustecen. No aprendemos las lecciones de Haití, Argentina, Colombia y España. Por eso afirmo que la ausencia de Jorge Aguirre nos pesa demasiado.

El movimiento por los derechos humanos está cobrando una fuerza sin precedentes en el mundo. Y su principal aporte es dejar en claro que los derechos de las personas no pueden dividirse en prioritarios y secundarios, que deben entenderse como indivisibles, imprescriptibles y progresivos, que no pueden cumplirse unos y dejar para después el resto.

Julie Wark, una de las intelectuales de este movimiento, propone que cada país debe garantizar un piso (techo decimos nosotros), con los suficientes recursos que sustenten los derechos de todos: salud, alimentación, educación, vivienda, cultura,... Y afirma que hay un vínculo indisoluble entre derechos humanos y los ingresos de los ciudadanos, pues a menores ingresos corresponden más derechos violados.

No es admisible, no es justa ni razonable tanta desigualdad social. Si queremos alcanzar la paz sin lastimar las libertades y con pleno ejercicio de los derechos ciudadanos, se tienen que establecer controles y restricciones a la vergonzosa concentración de riquezas. Frente a los 58 millones de mexicanos que sufren diversas carencias por pobreza y los 28 millones considerados en pobreza extrema, cabe preguntarnos ¿Es justo, es moral que 30 familias concentren en sus manos las riquezas y el poder en este país?

Por eso decimos que el centro de las políticas públicas debe ser el ciudadano. El punto de partida y de llegada de todo planteamiento debe ser la persona. Ningún programa o decisión gubernamental tiene sentido si no va encaminado a resolver los problemas de los productores, de los campesinos, de los obreros, de los maestros, de las mujeres, de los jóvenes, de los indígenas, de los discapacitados o de los niños. La Constitución Política y los tratados y convenciones internacionales son nuestra Ley suprema. Todos estamos obligados a su observancia. Y los primeros obligados a sujetar todos sus actos a la legalidad que nos hemos dado son los gobernantes.

Señalamos con todo respeto, pero con toda la contundencia que requiere el planteamiento, que preocupa al movimiento de derechos humanos el Convenio recién suscrito entre el presidente municipal de Navolato y el gobernador del estado en materia de seguridad. Por dicho convenio se transfiere el servicio de la policía preventiva municipal al gobierno del estado. Y la corporación municipal desaparece.

El artículo 115 de nuestra Constitución, establece que el régimen republicano de los estados tiene como base de sustento al municipio libre y le da facultades exclusivas, entre ellas la labor de prevención y la aplicación del bando de policía y gobierno. Ningún ayuntamiento puede abdicar a sus funciones constitucionales. Las condiciones graves en materia de seguridad, que todos conocemos suficientemente, no pueden justificar el acuerdo. Y si partimos de los desatinos que en materia de seguridad se cometen a diario en el nivel estatal y federal, donde el respeto a la Constitución y a los tratados y convenciones internacionales suscritos y ratificados por México son dejados frecuentemente de lado, más grande es la preocupación. Se está sentando un delicado precedente, pues ya se habla de promover convenios similares en Angostura y Salvador Alvarado.

Y si partimos de que en la práctica se han desplazado a las policías preventivas de los municipios donde la violencia tiene expresiones altas, la situación de la legalidad constitucional en México está en entredicho. Una cosa hemos sabido hasta la saciedad desde los años cuarenta en Sinaloa: la ilegalidad no se puede vencer combatiéndola con actos ilegales. Allí están las acciones de la Onza Leyzaola, la Operación Cóndor y la que se llama México Seguro. Y allí están los lamentables resultados.

Para fortuna de este país y de las innumerables víctimas que han resultado de la violencia impuesta por los criminales y redimensionada por la acción de las autoridades, ha surgido el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que los días 13 y 14 de este mes, con la representación de 14 estados acordó iniciar una campaña nacional el próximo día 30, rescatando la dignidad de las víctimas. La campaña se llamará: “Ponte en los zapatos del otro”, recordando a todos que para entender a las víctimas es necesario ponernos en sus zapatos. Todos debemos apoyarla.

Y recordando a esas víctimas del delito, es imprescindible manifestar públicamente que la iniciativa de Ley contra las desapariciones forzadas, presentada ante el Congreso del Estado el día 9 de diciembre pasado, debe recibir el apoyo de la sociedad.

Digamos de manera clara en el XIII Aniversario de la inmolación de Jorge Aguirre Meza, que su figura se agiganta en estos tiempos difíciles para el estado y para el país. Pero también reconozcamos que no hemos hecho lo suficiente para que su caso no siga en la impunidad. Y que una tarea presente es retomar su causa y exigir que la autoridad reabra su expediente. Su caso es, por muchas razones, emblemático entre las víctimas que no han recibido la acción de la justicia.

Finalmente, este país no puede seguir ignorando los derechos de las víctimas. Si queremos alcanzar la paz, necesitamos crear un marco legal que se los garantice y que haga valer el sensible e integral concepto de la seguridad humana y ciudadana para todas y todos los que habitamos este sufrido país. Tenemos que hacerlo por nuestras familias y las generaciones
que vienen. Cuánta razón tiene Jaime Sabines cuando dice: los que murieron en las calles/ también quieren vivir en paz.

Muchas gracias.

martes, 24 de enero de 2012

EL VALOR DE UNA REIVINDICACION SOCIAL

La Montaña / Oscar Loza Ochoa

Somos responsables del pasado que hicimos
para ser responsables de un futuro que llamemos nuestro.
Carlos Fuentes

El miércoles 18 del presente se conmemoró el XXXVIII aniversario de la huelga general en los campos del Valle de Culiacán y el XVI Aniversario luctuoso de Joel Ramírez Montes. Comparto con ustedes mi intervención en ese evento.

Estamos hechos de historias y de tiempo. Por ello es importante saber que en el tiempo hay historias que van hilvanando nuestro destino. Y que esos hechos corren a la par de los afanes y desvelos de la sociedad y son ancla de sueños de cambio social.

¿Por qué una huelga general en los campos del Valle de Culiacán el 16 de enero de 1974? Echemos una mirada a la situación que vivían nuestros campesinos y jornaleros en aquellos años. De acuerdo al censo de población de 1970, 56 familias concentraban 78,415 hectáreas, eran las más productivas del estado. Esas familias detentaron el poder en el campo sinaloense.

Muchos campesinos teniendo tierra no la podían trabajar por falta de créditos y se vieron obligados a rentar sus parcelas. La Secretaría de Recursos Hidráulicos documentó en 1968 que un 33% de las pequeñas propiedades en los distritos de riego de la Presa Sanalona no eran trabajadas por sus dueños y que el 90% de las tierras ejidales en la Presa López Mateos estaban rentadas a terceros.

Ese era un abierto proceso de proletarización y de empobrecimiento de los campesinos sinaloenses. Miguel Valdez Quintero, dirigente campesino en la época declaró preocupado que el acaparamiento y renta de parcelas alcanzaba las 40 mil hectáreas en el valle de Culiacán.

En la zona de los Altos, donde no existía el riego ni crédito oficial, 346 habilitadores o agiotistas imponían intereses del 50 hasta el 100% a 22 mil 652 pequeños propietarios y a 25 mil 372 ejidatarios y otros 20 mil 555 campesinos sin tierra que viven del trabajo en ella.

Para 1970 la población trabajadora en el campo era de 177 mil 691 personas; de ellas 99 mil 598 son obreros y empleados en fincas privadas, casi el 60%. Agreguemos que unos 127 mil jornaleros venían de los estados del sur del país a trabajar en la temporada de hortalizas.

El mismo gobierno de Sinaloa reconoció que en el año de 1970 más del 30% de la población no comía con frecuencia pan de trigo; que más del 29% no comía carne, leche, huevos y pescado; que más del 57% vivía en casas con piso de tierra; que el 45% vivía en casas de un solo cuarto; que casi el 49% no tenía agua entubada y que el 14% era analfabeta.

El círculo que analizamos cierra su primera vuelta si consideramos que los trabajos en el campo, sobre todo en los campos hortícolas, son trabajos calificados por la OIT como indecentes, porque no se garantizan los derechos de los trabajadores, porque no hay extensión de la protección social en ingresos adecuados, en la integridad familiar y en la seguridad social, ni hay diálogo social que permita la formación de organizaciones sólidas e independientes de los trabajadores y el trato civilizado de los problemas planteados.

Todo lo anterior, sumado a las condiciones de pobreza y desigualdad social en las ciudades y a los reclamos democráticos de los jóvenes estudiantes en 1968 y 1971, reprimidos violentamente, llevó a una situación de sensibilidad social especial en el corazón de la agricultura moderna de Sinaloa.

Desigualdad social y explotación de una mano de obra cuyos ingresos no eran superiores a los 52 pesos diarios y una inflación que ya era de 62% en cuatro años; frecuentes accidentes de trabajo sin costo para el patrón, la afiliación al seguro social no estaba en el horizonte cercano y el confinamiento de los jornaleros agrícolas en inmundas barracas bajo vigilancia armada, al viejo estilo porfirista era la realidad viviente.

No fue casual la convocatoria de aquellos jóvenes de la Liga Comunista 23 de Septiembre a la huelga general de obreros agrícolas. No fue mera coincidencia la aceptación inmediata de los jornaleros. Decenas de miles de trabajadores de los campos hortícolas paralizaron sus labores reclamando mejores condiciones de trabajo.

Violencia había en las condiciones de trabajo y violenta fue la respuesta al reclamo. Todos lamentamos el saldo de ocho vidas que se perdieron en la jornada: cuatro activistas y cuatro policías.

Asalto al Cielo le llamaron los activistas del 16 de enero a su jornada de lucha, en recuerdo a la toma de París por sus trabajadores en la primavera de 1871. Y ese hecho histórico tiene al menos dos méritos que no podemos negar a la distancia de 38 años: enseñó que los derechos sociales sólo se conservan y amplían luchando por ellos y que los productores y el Estado empezaron a reconocer derechos a esa parte de los trabajadores sinaloenses y migrantes a partir de aquella fecha.

Hay grandes deudas por pagar a nuestros proletarios del campo. Con la libertad con que hoy podemos plantear este reconocimiento a la lucha de los jóvenes guerrilleros y de los jornaleros agrícolas de 1974, con esa libertad y nueva determinación también reconozcamos que ese ejemplo de lucha, tiene que permanecer en la memoria colectiva.

Estamos hechos de historias y de tiempo y la memoria es el basalto en que descansa la conciencia de una sociedad que defiende sus derechos. No podemos olvidar nuestra historia ni a sus héroes. No podemos olvidar el 16 de enero y a sus protagonistas. Olvidarlos –dice Carlos Fuentes-, es condenarnos al olvido nosotros mismos. La justicia que ellos reciban será inseparable de la que nos rija a nosotros mismos.”

Muchas gracias.

viernes, 13 de enero de 2012

DESATINOS Y CONMEMORACIONES

La Montaña / Óscar Loza Ochoa
Para desafiar a la sociedad,
primero hay que desafiar a la realidad.
Julio Cortázar

¡Oh contradicción! Para salvarse el Estado empieza a comerse la estructura que lo sostiene. Esta es una de las lecturas que tiene el convenio que entró en vigor el miércoles anterior entre el Ayuntamiento de Navolato y el Gobierno del estado, pues atrás de ese documento, cuya legalidad pretende descansar en un decreto ad hoc del Cabildo, toma cuerpo la desesperación ante el entorno violento, la miopía de los regidores y la desatinada presión del gobierno estatal.

Inédito al parecer en el país, el convenio pasaría por alto el Artículo 115 Constitucional que faculta y mandata a los municipios del país para realizar labores de prevención en la seguridad pública de su jurisdicción. Frente al incumplimiento en materia de seguridad de parte del Gobierno del estado, ahora se recurre al expediente de la ilegalidad (violación al Artículo 115) para intentar “cumplir” en este campo donde tanto se ha prometido.

Interesante sería desentrañar si esta lamentable salida parte del viejo espíritu del Club Mont Pellerin, que en 1947 inició sus afanes por desmantelar los Estados (sus gobiernos) que garantizaban los derechos elementales de los ciudadanos o simplemente es otra de las ocurrencias del equipo que gobierna creyendo que en cada acto descubre el hilo negro.

Algo más preocupante está pasando en la entidad, ni la sociedad organizada (especialmente los abogados) está diciendo algo al respecto, como si obligar a un municipio a abdicar de una de sus funciones constitucionales no tuviera una trascendencia mayor para la vida democrática nuestra. Incluso no han faltado algunas plumas que dicen que si esa medida da “resultados” en las estadísticas antiviolencia no estaría mal la medida.

La ceguera frente la realidad y al marco Constitucional que ha costado una revolución y el sacrificio de millones de mexicanos a través del Siglo XX y lo que va del presente, amenaza con volvernos miopes y crédulos en esta nueva pretensión de que si no se ha cumplido en materia de seguridad, creando nuevas policías e ignorando el Artículo 21 Constitucional y grupos especiales (de rostro, logotipos y autos anónimos), con esta nueva situación de firmar convenios por encima del 115 Constitucional, sí se cumplirá.

El Congreso del Estado tampoco ha ido más lejos a la hora de calificar este atentado a la legalidad. Este jueves emitió un Punto de Acuerdo, que no califica si tiene o no legalidad el Convenio, sólo está solicitando información de la situación laboral en la que quedarán los policías municipales de Navolato, cuya corporación ha desaparecido de la noche a la mañana y hace una invitación para que este sábado se reúnan las partes con el fin de llegar a un acuerdo. En la sesión, que por momentos la presidenta de la mesa anunciaba que podía ser suspendida por la falta de quórum, pues la asistencia oscilaba entre los 19 y 22 tribunos, no se mostró el interés que reclama este antecedente que puede cimbrar nuestras estructuras constitucionales. No es secreto de nadie que ya se pretende meter en esta situación a los municipios de Salvador Alvarado y de Angostura. Lo que resulta muy peligroso para la vida institucional y democrática del estado y del país.

Mientras tanto, un grupo de organismos de la sociedad civil está invitando a rescatar la tradición de lucha y de defensa de los derechos de las personas más pobres y vulnerables del país. El día miércoles 18 del presente mes a las 5 de la tarde, en la Galería Frida Khalo de la UAS, se conmemorará el XXXVIII Aniversario de la huelga general en los campos agrícolas del Valle de Culiacán y el XVI aniversario de la muerte del activista Joel Ramírez Montes “El Chuco”.

El acto tiene implicaciones interesantes si observamos que se entregarán reconocimientos a don Alfonso Corona, a don Jesús Michel, a don Arturo Aguirre (+) y a dona Juanita Montes, padres de esa generación de luchadores Norma, Jesús, Jorge y Joel.

Allí estarán los veteranos de esa epopeya de 1974, entre ellos Víctor Joel Armenta, Elmer Gutiérrez, Rigoberto Rodríguez Benítez y Camilo Valenzuela. Y entre los artistas solidarios hay que mencionar a Enrique Cisneros “El Llanero Solitito” del Grupo CLETA, a Miguel Angel Valencia del Grupo TATUAS y a Alez López del Teatro Delta.

En medio de tanta esclerosis e inmovilidad social, resulta motivador y refrescante el que una parte de la sociedad no sólo recuerde la parte viva, los vasos comunicantes y la memoria de lo que nos alimenta como ciudadanos preocupados por el destino de México.

Esperemos que a esa cita ocurran veteranos de la lucha social y, sobre todo, esos jóvenes que empiezan a manifestar inquietudes a través del teatro, la lucha por la paz, la defensa del medio ambiente, los derechos a la cultura y ese grupo de activistas que se identifica como los indignadxs. Vale.

viernes, 6 de enero de 2012

PA’ QUE LA CARRETA LLEGUE…

La Montaña

Óscar Loza Ochoa

Los pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos.

Roberto Sosa

En opinión de analistas y muchos ciudadanos no hay rumbo en la conducción del estado de Sinaloa. Es cierto que las herencias gubernamentales negativas pesan y que las cosas en materia de economía no se han dado de la mejor manera, sobre todo en la agricultura. Pero la grandeza de un gobierno se construye resolviendo los grandes problemas en tiempos de vacas flacas, no en los de bonanza.

Malgastado el primer año de gobierno, aún hay tiempo de enderezar el barco. El primer paso que debe dar el gobierno del estado es identificar los problemas centrales de la entidad y definir la actitud a tomar frente a ellos y a los grupos económicos, políticos y sociales que mantienen relación directa o indirecta en ellos.

Muchos dirán que no se requiere de gran esfuerzo intelectual para dar con los problemas centrales, pero por el comportamiento gubernamental de los meses anteriores la realidad exige un ejercicio mínimo en este campo. La desigualdad social (agravada por las heladas y la sequía en el campo, por el creciente desempleo y políticas fiscales inadecuadas) y la seguridad son los temas centrales. Y anoto en primer lugar la desigualdad social porque en ese orden debe aparecer, toda vez que la pobreza que es su expresión más prístina es el mal mayor que padecemos. Todos los esfuerzos oficiales se han encaminado a destacar el fenómeno del crimen y la violencia, justificando crecientes presupuestos sin que los resultados se correspondan.

Al identificar los problemas centrales debe tomarse nota de los problemas económicos, políticos y sociales que van de la mano con ellos. Si hablamos de la desigualdad social, la situación ruinosa de gran parte del campo, el desempleo en la ciudad y en los campos pesqueros deben destacarse. Pero tratar los problemas principales exige dejar de lado los desatinos y las actitudes equivocadas del año anterior que sólo exhibieron falta de oficio político y resultados contrarios a los buscados.

Anoto tres ejemplos que deben eliminarse si se quiere que el estado de Sinaloa se encamine hacia una meta donde sus problemas centrales reciban el trato adecuado y la solución toque el bienestar de todos. Primero, no se actuó con oportunidad en el problema de las heladas de febrero y los damnificados tuvieron que recurrir a la presión social para negociar apoyos, que a final de cuentas dejaron en el más completo abandono alrededor de 122 mil hectáreas; segundo, se promovió al menos una amplia reunión para la promoción del empleo, dejando a los representantes de las dos grandes firmas empleadoras de Sinaloa en las últimas butacas del auditorio; y, tercero, no hay convocatoria a todas las instituciones educativas (de todos los niveles, privadas y públicas), a todos los organismos del sector privado y a las asociaciones civiles más diversas, para tratar los problemas centrales del estado.

Lo que debe quedarle claro a quien o quienes gobiernan en Sinaloa, es que el gobierno no tiene la capacidad para resolver por su cuenta los grandes problemas del estado, pero sí crea las condiciones sociales sí puede tener una convocatoria efectiva para enfrentarlos con amplias posibilidades de victoria. Como decían nuestros mayores la carreta camina si la empujamos todos, pero si el empuje es disparejo sólo dará vueltas en el mismo sitio.

Es claro que para crear esas condiciones sociales hay que despojarse de intereses de grupo y hay que aceptar la crítica y las propuestas que desde la sociedad o la oposición se den, pues sin el imprescindible ejercicio de la democracia, no se avanzará un paso en firme.

Este año es año electoral y quizá las condiciones de una coyuntura como esta no lleve a los partidos y fuerzas políticas a la atención de compromisos en torno a tareas comunes, pero no es imposible. Si el planteamiento de los problemas y la convocatoria a conjuntar esfuerzos son planteados adecuadamente, puede haber buena respuesta. Hasta hoy no se han presentado ni convocatoria ni acciones que inviten a marchar por esa senda.

Si esto no se da durante el presente año, no sólo habremos perdido otra oportunidad, quizá se cierre el ciclo de las posibilidades de este sexenio y empecemos a vegetar políticamente. No parece agradable el que nos resignemos a la inacción o a padecer los horrores que vengan, pero si no hay convocatoria por parte de Malova, ¿habrá alguna fuerza emergente que lo haga?

Esperemos que sí suceda lo primero o en el peor de los casos lo segundo. Que no seamos meros espectadores en un escenario que nos obliga a decir algo. Y pa’ que la carreta llegue…Que hablemos y actuemos como lo dice Antonio Casares: Cuando hay indignidad, nos indignamos,/ si se resignan, no nos resignamos,/ si nos hacen caer, nos levantamos. Vale.