jueves, 22 de diciembre de 2011

INCERTIDUMBRES Y ESPERANZAS 2012


La Montaña / Oscar Loza Ochoa

El dinero es un culto sin herejes.

Pablo Boneu

2011 fue un año de fuertes claroscuros en el terreno de la economía, la seguridad y los derechos humanos. El balance del año es un ejercicio obligado para los mexicanos, pues no sólo debe quedar clara la senda que hemos caminado en los últimos doce meses, sino como enfrentamos el 2012.

El entorno mundial es de preocupación. Los acuerdos promovidos por Alemania y Francia a empellones alcanzaron una playa, sin que puedan presumir tierra firme; sobre todo con sociedades tan lastimadas como la griega, la italiana y la española, entre otras y con una Inglaterra que cree que huir a las responsabilidades comunitarias la salva mejor de la crisis europea. Estados Unidos se debate entre el alto desempleo, una pronunciada desigualdad social que ya rosa los extremos de los años veinte del siglo pasado, con los déficits de endeudamiento y fiscal más altos de la historia y un choque parlamentario entre políticas que favorecen a la clase media y al llamado 1% (privilegiados). Mientras Japón, que es otro de los grandes centros nerviosos del sistema capitalista, está postrado con una deuda que equivale al 220% de su PIB y la imposibilidad de recuperarse de la tragedia del terremoto y del tsunami antes de 40 años.

Los organismos internacionales como la OCDE y la CEPAL, pronostican que el crecimiento de la economía será a la baja en los dos próximos años y bajo el riesgo de una profundización de la crisis. Por cierto nos dice la CEPAL que el crecimiento de México estará por abajo del promedio de América Latina (3.7%).

No deja de llamar la atención que habiendo sufrido reiteradamente inundaciones en algunas regiones del país, severas sequías y heladas en otras, la desesperación social no llevó a expresiones violentas en México. A pesar de que no se invirtieron las cantidades de dinero requeridas para la recuperación. Increíble, pero mientras ello sucedía, el gobierno mexicano prefirió no tocar las reservas internacionales que pudieron paliar mejor la situación de cientos de miles de damnificados. Ahora presume el presidente que hay más de 141 mil millones de dólares en reserva y que blindan la economía frente a los riesgos internacionales. Lástima que ese blindaje no llegue a los más 7.5 millones de jóvenes que no tienen trabajo ni posibilidad de asistir a una escuela. Más penoso sería que ese bien de la Nación (las reservas) parara en manos de los especuladores internacionales, como ya sucedió en diciembre de 1994.

Con más preocupación que alegría vemos como llega 2012 y con él las campañas electorales. Hay incertidumbre de doble hélice: no hay propuestas serias para resolver los problemas centrales del país y el discurso es la confrontación. La pobreza y la desigualdad social no son eje de las precampañas y se corre el riesgo de que los pobres sólo sean la masa manipulable.

Los organismos de la sociedad civil deben pensar en que ha llegado la hora de que la misma sociedad proponga agenda e influya en el discurso y en los compromisos de los candidatos. La actitud pasiva de otros tiempos no ha dejado mejores resultados.

Y no faltan temas ni problemas para destacar a la hora de interpelar a los candidatos. Al menos creo que algunos que deben ser consideramos en primer término son los siguientes: la pobreza, la violación de derechos humanos, persecución de defensores de derechos humanos y periodistas, el desempleo, la inseguridad, la impunidad en los delitos y la corrupción oficial.

Si la producción de riqueza no ha dejado de crecer, tampoco la generación de pobres. Y los límites soportables de desigualdad social que aconsejó Louis D. Brandeis para Estados Unidos, se han rebasado desde hace mucho en México. Algún compromiso debe arrancarse a los candidatos para detener tanta injusticia social y el inminente riesgo de conflictos sociales de mayor calado.

Tampoco la sociedad puede aceptar callada los terribles saldos que dejan las políticas públicas de seguridad, que atienden más las consecuencias que las causas de los delitos que dicen perseguir. Las cuentas dejan la peor herida que el país ha sufrido desde los tiempos de la Guerra Cristera (1926-29): más de 50 mil muertes violentas, más de 5 mil desaparecidos, más de 75 mil huérfanos y centenares de miles de desplazados por la violencia. Algo tendrán que decir quienes nos quieren gobernar.

Los tiempos que vive México exigen que hablemos con claridad, que no ocultemos las cosas ni sus consecuencias sociales. El viejo Brandeis dijo con mucha entereza ante su sociedad de principios del siglo pasado que “podemos tener democracia o tener la riqueza concentrada en manos de unos pocos, pero no podemos tener ambas.” Nuestro deber tiene la misma magnitud y responsabilidad. Vale.

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