jueves, 25 de agosto de 2011

AGOSTO 30, DIA DEL DESAPARECIDO

La Montaña / Oscar Loza Ochoa

A la memoria de Humberto Millán,

cuyo homicidio es un atentado a la libertad de expresión.

En materia de desapariciones forzadas México vive su peor etapa histórica. La cifra de más de más 5 mil en lo que va del régimen de Felipe Calderón sólo es comparable con la época de Videla en Argentina o Pinochet en Chile. Y Sinaloa es una región que sufre permanentemente ese flagelo. Algunas cosas golpean más nuestra conciencia: no hemos tenido una dictadura militar en el último siglo, pero la práctica de la desaparición es una plaga recurrente desde 1968.

Hay una vergüenza que lastima tanto como el dolor mismo de la desaparición de personas: la impunidad en que se hunde cada caso y en la que se solazan los responsables materiales e intelectuales.

Este próximo 30 de agosto es el día internacional del detenido desaparecido. En todos los puntos cardinales del mundo habrá eventos para recordar a los desaparecidos, reclamar su presentación, la reparación del daño a los familiares de las víctimas y exigir castigo a los responsables.

En Culiacán realizaremos un plantón familiares y activistas de derechos humanos frente a la Procuraduría General de Justicia del Estado. Nos preocupa que en los últimos meses se ha recrudecido esta práctica sin que haya medio posible de que la autoridad accione buscando pararla.

Durante los días en que estuvimos en el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, junto a la maestra Patty Rivera de la Consultoría de los Pueblos Indígenas en el Norte de México, presentamos el caso de los desaparecidos en México y solicitamos formalmente una audiencia temática a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con la esperanza de tratar el caso México. Esperemos que el esfuerzo conjunto dé los frutos deseados.

Miércoles 24 y jueves 25 han sido terribles para Sinaloa y deben serlo para el país. En las primeras horas de la mañana nos enteramos que el periodista Humberto Millán fue privado de la libertad por un grupo armado cuando salía de su oficina. Todo el día se vivió una tensión en la ciudad esperando un desenlace positivo del caso. No hubo noticias.

Este jueves la autoridad convocó a conferencia de prensa para informar de la muerte del periodista. No había muchos detalles. Los periodistas indignados no se dieron por satisfechos y se lanzaron al palacio de gobierno para hablar con el gobernador.

Allí estaba el gobernador en evidente incapacidad para conducir la reunión, acompañado de un secretario de gobierno color de cera y sin parpadear, de un procurador hundido inexplicablemente en su asiento y asomando la cabeza por encima de la mesa sin mucho convencimiento, de un disminuido jefe de policía ministerial en espera de las críticas más severas y de un delegado de la PGR cuyo pensamiento parecía navegar lejos del salón de gobernadores.

Los periodistas fueron al grano. Dijeron que el operativo de búsqueda de Humberto fue un fracaso: estaba muerto. Y como varios de ellos habían recorrido las salidas norte y sur aseguraron que las acciones para sellar las puertas de la ciudad fueron una simulación. El gobernador admitió el fracaso del operativo, pero aseguró tener información de que las acciones de bloqueo de salidas sí se llevaron a cabo.

Frente al presídium varias cartulinas emplazaban a la autoridad: Impunidad o justicia ¿Qué ofrece su gobierno?, ¡Justicia! ¡Basta de impunidad!, ¡Queremos justicia! ¡Sólo eso! Con voz grave y atropellada el gobernador Mario López Valdez buscó, sin mucha fortuna, dar respuesta a esos reclamos. Terminó solicitando la confianza hacia la autoridad.

Hora y media después, en medio de señalamientos de sospecha hacia el mismo gabinete, el gobernador se comprometió a llevar el caso hasta las últimas consecuencias, mientras el secretario de gobierno Gerardo Vargas, como corolario, aseguró que hoy mismo comparecería ante el ministerio público que lleva la investigación, para despejar cualquier duda sobre su persona.

Con más preocupaciones que las que ya llevábamos, Leonel Aguirre y yo abandonamos aquella reunión. Ambos coincidimos en que los únicos recursos que pueden garantizar un mínimo respeto a los periodistas es su unidad como gremio, la sensibilidad social y el respaldo moral de los organismos internacionales. ¿Habrá alguno más?

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