jueves, 11 de agosto de 2011

JUSTICIA Y SEGURIDAD SOCIAL


La Montaña / Oscar Loza Ochoa
La promoción de los derechos humanos es nada
si no hay instituciones garantes de su respeto.
Roberto Cuéllar. IIDH.

Entró Baltazar Garzón al Instituto Interamericano de Derechos Humanos y con él la historia reciente y la dignidad de un Juez honesto. Es el tercer día trabajo en el IIDH en el XXIX Curso Interdisciplinario sobre seguridad y justicia y ya han desfilado como conferencistas personalidades de la talla de Pedro Nikken, Sergio Aguayo, Manuel Ventura Robles o Juan Pablo Saavedra.

Un tema central del curso es la importancia de visualizar a la víctima del delito en el proceso de procuración y administración de justicia. Y Garzón no fue la excepción. Dijo que hace once años ante los asistentes a la edición XIX de este curso se habló de seguridad y justicia, y que sigue siendo un tema prioritario.

Recordó que México vive una situación dramática hoy y que quien diga que las muertes son el resultado de que se están matando los criminales unos con otros, ignora la responsabilidad que tiene el Estado de evitarlas. Llamó la atención sobre la rápida expansión del crimen: la violencia y la inseguridad –dijo- traspasan fronteras. Los criminales toman decisiones en un país para accionar en otro. Señaló que hay un error en el enfoque con que México combate al crimen organizado, pero hizo énfasis en que si el crimen se internacionaliza, la necesidad de coordinación y acercamiento de la legislación internacional debe imponerse.

Y va al fondo del problema que quería tratar: la visualización de la víctima y la importancia del papel que debe jugar en la participación del proceso que debe procurarle justicia. Se pregunta, ¿se ha producido un proceso de reconocimiento de los derechos humanos en América Latina? Los políticos –dice- resaltan en el discurso a la víctima, pero en la práctica no han comprendido su papel en la justicia.

Vuelve a preguntarse, ¿qué papel juegan las víctimas en el diseño de las políticas de seguridad? Y se responde: el Estado no toma en cuenta la opinión de la sociedad en las políticas de seguridad, que terminan siendo medidas de inseguridad al caer en las restricciones de derechos humanos. Si las normas afectan a los ciudadanos, natural es que participen en su diseño. Y el que participen en ello es bueno, pues los corresponsabiliza en materia de seguridad. Enseguida fustiga a los políticos que siguen la estrategia del caracol, que cuando viene la crítica ciudadana se esconden en su concha para dejarla pasar y después sacar la cabeza.

También señala que no sólo hay víctimas del tráfico de drogas y todo lo que le acompaña, pues lo son además quienes reciben los golpes de las crisis económicas, de quienes especulan con la información y las provocan, y de la corrupción. No faltan quienes alegan que no hay víctimas ni responsables de las crisis y le echan la culpa a los mercados. Hay responsables –continúa- y la ley no puede dejar de castigarlos por mayor poder económico o político que tengan. La impunidad en estos casos es tan grave como la que se da en relación al tráfico de drogas y golpea tanto a los ciudadanos en una situación como en otra.
Y lo que debe llamar fuertemente la atención –apunta con gravedad- es que quienes son responsables de esas crisis, son los que nos ofrecen resolverlas.

Cerró su intervención destacando el movimiento de Javier Sicilia en México y el de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina. Insiste de nuevo en el papel de la víctima dentro de la actividad de la justicia: cuando se da la participación de la víctima se fortalece la justicia. La víctima quiere ser oída. Quiere justicia, no venganza. Lo que no puede quitarse a la víctima –sentencia- es su dignidad. En la reparación del daño a la víctima se refleja su participación. Vale.

Un abrazo desde San José, Costa Rica.

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