jueves, 4 de agosto de 2011

DE CRISIS Y DEUDAS ESTAMOS HECHOS



La Montaña / Oscar Loza Ochoa / agosto 3, 2011.

Allí la tierra herida
por sus cuatro costados.
El pueblo en carne viva.
Carmen Soler Mamacha

El recuento económico de los últimos 30 años lo dice todo: los primeros diez años fueron bautizados como la década perdida por sus nefastos resultados y los otros 20 acumulan un “crecimiento” que no es mayor en promedio al incremento de la población. Las medidas de choque que se impusieron a la economía arrojaron un creciente número de pobres, una enfermiza dependencia hacia la economía de Estados Unidos, la quiebra de empresas y sectores de la economía nacional que llegaron a significar esperanza de autosuficiencia en la producción de alimentos y algunos renglones de la industria. Es la historia del país y la de Sinaloa.

Las crisis recurrentes y el estancamiento pasmoso (más los errores y corrupción de quienes conducen y se benefician de las políticas del Estado), han puesto a la economía nacional y local en un predicamento. Y los planes sexenales de gobierno, si nunca tuvieron una visión única de lo que había que impulsar a nivel local y nacional cuando gobernaba partido único, hoy la carreta sufre de jalones tan dispares que se atora hasta en camino parejo.

El expediente de la deuda (los odiosos e imprescindibles préstamos) es un recurso tan frecuente como los apuros de la burocracia en turno. Es la tabla de salvación del momento y no se muestra mucha preocupación por lo que se facture al futuro. Y si bien hubo años en los que no se recurrió a préstamos, en los que se llevaron a cabo se presumió, como en 2006, “que la deuda pública de Sinaloa no es tan importante, debido a que no ocupa un porcentaje muy elevado.”

Hoy la deuda se eleva en 2 mil 600 millones de pesos de un jalón y el total de la misma a corto y largo plazo se acerca a los 8 mil millones, que significan el 17.7% del presupuesto de este año. Ya no se puede presumir de insignificante. Y menos en las circunstancias que vive Sinaloa.

La deuda no es un asunto al que haya que cerrarle definitivamente las puertas, es un recurso que puede catapultar el desarrollo. Pero sí se debe ser muy escrupulosos en su concertación porque con nuestros políticos no sabemos ni en qué circunstancias exactas estamos ni el terreno que pisamos. ¿No hace apenas cuatro meses que en el Plan de desarrollo estatal se prometió bajar la deuda para el final de la administración? Y ahora se justifica el préstamo. Dos discursos en un cuatrimestre a pesar de que la situación actual ya se conocía desde antes.

No les falta razón a los críticos, sobre todo cuando ponen énfasis en los renglones en que serán invertidos los recursos. No sólo debe hablarse de empleos, también debe estar presente la naturaleza de los mismos para que detonen el desarrollo regional. Un saldo positivo llevaría al pago de la deuda sin sacrificar alimentos, educación y salud de la generación por venir.

Con el fardo de una deuda de casi 8 mil millones de pesos, sin una Ley de participación ciudadana, con una Auditoría superior del Estado cuestionada, con un Congreso del Estado sin la autonomía suficiente y con una sociedad civil aún débil, la vigilancia que debemos realizar para un ejercicio transparente de los recursos de la deuda, reclama que los ciudadanos organizados hagan un esfuerzo verdaderamente colosal para su cumplimiento. Vale.

No hay comentarios:

Publicar un comentario