viernes, 15 de julio de 2011

La Falsa Disyuntiva de FCH



Sin embargo, detrás de esta narración (LA OFICIAL), que pocas personas honestas se creen, hay un mito estratégicamente fraguado que resulta mucho más insidioso en la medida en que tiene la apariencia de ser más razonable: el que insiste en plantear una disyuntiva entre combatir al crimen organizado o negociar con él.

Guerra contra el narco o capitulación: esta es la oposición última, el grado cero de la argumentación, al que el gobierno de Calderón apela cada vez que se le agotan las razones. Resulta sorprendente hasta qué punto un amplio sector de analistas y periodistas aceptan sin chistar esos términos.

Lo primero que habría que decir es que no se trata de una disyuntiva obvia o neutral. Es una disyuntiva cuyos términos implican un sesgo peculiar, una forma, entre otras, de interpretar un problema real. La elaboración de este tipo de disyuntivas es una fase necesaria de la conceptualización de un problema, pero así como un problema admite diversos diagnósticos o aproximaciones, los términos de estas disyuntivas son en principio variables. En Colombia, por poner un ejemplo, el gobierno de Uribe planteó una disyuntiva entre combatir frontalmente la producción de drogas o combatir los estragos sociales generados por el tráfico, decantándose por ésta última opción. En nuestro contexto particular, una disyuntiva más responsable y meditada habría puesto sobre la balanza los costos de combatir a los grupos criminales en las calles o combatir su entramado económico y sus redes de complicidad dentro del gobierno.

Sin embargo, la disyuntiva con la que el presidente Calderón quiere persuadir a los mexicanos de la inevitabilidad de su fallida guerra tiene una diferencia con las anteriores: es una disyuntiva falsa. En ella los dados están cargados desde el principio. Aunque a primera vista nos ofrece dos opciones, en realidad está formulada de tal manera que sólo una de las alternativas parece razonable o factible. Pero no debemos dejarnos engañar: su aparente razonabilidad es una ilusión. Esta falsa disyuntiva, cacareada por voceros oficiosos y retomada acríticamente por la prensa, cancela moralmente la disensión y es utilizada por Calderón para denostar cualquier llamado al diálogo y la rectificación. Para aclararnos, vale la pena hacer explícito lo que esta disyuntiva realmente dice: o se acepta a pie juntillas el modelo actual de la lucha contra el crimen organizado, basado en el principio del patrullaje policiaco y militar, así como en el descabezamiento de los liderazgos más visibles de los cárteles, o se reniega de las legalidad y se está dispuesto a negociar con los criminales. La alternativa que Calderón nos ofrece es entre ser adictos al régimen o renegados de la legalidad.

Javier Sicilia no se equivoca cuando achaca al gobierno una falta de imaginación, un dogmático apego a la violencia. El ejercicio de la ciudadanía activa pasa hoy en día por sustraerse a la disyuntiva a la que el presidente nos emplaza; recuperar el ejercicio de la imaginación ahí donde él sólo sabe ofrecernos dos callejones sin salida. Debemos leerla, pues, como lo que es: una prueba inequívoca de que el problema ha sido mal planteado. En un sistema lógico o matemático, la demostración de una contradicción es signo de que los principios de los que se partió son incorrectos: se impone revisarlos. De modo similar, un escenario en que sólo se nos ofrece una sangrienta militarización, con su nutrida dotación de lacras colaterales, o poco menos que la traición, es el argumento más poderoso para convencernos de que las coordenadas con las que se ha abordado el problema son a todas luces insuficientes. La falsa disyuntiva de Calderón sólo expresa su propia limitación profunda, su fracaso histórico a la hora de combatir al crimen organizado.

Cancelada toda esperanza de rectificación por parte del gobierno, resulta claro que corresponde a la ciudadanía, agraviada y organizada, la imposición de una reflexión profunda e imaginativa en la agenda nacional. Es necesario detenerse y revisar con seriedad los paradigmas en los que se basó esta guerra. “No hay nada menos práctico que el pragmatismo”, escribió Chesterton, al tiempo que advertía de los políticos oportunistas, que se sienten “demasiado prácticos como para ser puros y demasiado patriotas como para ser éticos”. Cuando los paradigmas pierden su capacidad de explicarnos el mundo u ofrecer soluciones factibles, es necesario abandonarlos. “Es mucho más práctico empezar por los principios”, concluía Chesterton con su característica sabiduría a contracorriente. La situación actual en México nos obliga moralmente a reinventar las preguntas para poder imaginar nuevas respuestas.

Extracto del artículo de David Horacio Colmenares (Maestro en Filosofía por las universidades de Lovaina y Barcelona. Redactor de Weary Bystanders), Compartido por nuestros amigos de NAR. Leer el artículo completo AQUÍ

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