jueves, 8 de septiembre de 2011

SEPTIEMBRE Y SU AGENDA

La Montaña / Oscar Loza Ochoa

¿Qué puedo hacer en la tierra que no sea combatir?

José Peón Contreras

Pobre país donde el síndrome de Quintín Bulnes gana el pensamiento del presidente. Sí, es muy lamentable que en un creciente estado de conflictos y dolorosos costos sociales, no sólo se hayan perdido las oportunidades de convocar a la acción unida a los tres poderes de la Unión, sino que se promueva el espíritu de rencilla desde el poder ejecutivo. Así se ve a un presidente que de los fracasos pasa a la desesperación y de ésta a buscar responsables de sus propios fracasos en los otros poderes. Así era el personaje de Quintín en las viejas y malas copias del “oeste” del cine mexicano.

Y la cruzada actual del presidente Calderón pretende obligar al congreso de la Unión a la aprobación de reformas en materia de seguridad de claro tinte autoritario. Por fortuna hay novedades importantes en el movimiento de Sicilia y en el activismo del rector José Narro Robles y noticias interesantes en las dos Cámaras del Congreso de la Unión en torno a las mencionadas iniciativas, que juegan el oportuno papel de contrapeso a los equívocos de Calderón en materia de seguridad.

En medio de esas preocupaciones recibo un atento mensaje de la doctora María de la Luz Sevilla, maestra del Instituto Politécnico Nacional, en el que describe no un problema de una desventurada víctima mexicana, sino la tragedia que viven todas las víctimas en nuestro país. Comparto con ustedes la preocupación de la maestra Sevilla:

Muy estimado Oscar Loza.

Tienes toda la razón, la violencia desatada genera víctimas, que nada tienen que ver (para su protección) con las políticas públicas ni con programas de gobierno, institucionales o de asociaciones civiles.

Los hombres y las mujeres cada vez son más maltratados, humillados y despojados de lo que les queda al último: su dignidad de personas.

Ayer, una mujer que hace el aseo, llegó a mí con los ojos llorosos. Su marido la había golpeado y, además de correrla de la casa, le dijo que le quitaría a sus hijos. Ella dijo que ya no soportaba más maltrato de él, de su cuñada y de sus dos suegros, pues vivía con ellos.

Se fue a la casa de su mamá para recibir ayuda y la mamá le aconsejó que se fuera otra vez a donde vivir con su esposo. Ella tiene como 28 años, pero parece de 45. Tiene la piel ajada por el trabajo, es muy flaca y no tiene tiempo ni ganas de maquillarse o de sentirse mujer.

La pobreza, la falta de alternativas y el miedo hicieron que volviera a donde el marido y los otros golpeadores viven.

¿Dónde están sus derechos? Ella sólo ve su nariz y piensa que por su hijo merece la pena regresar a lo mismo.

¿Qué hay de su dignidad, de los derechos que tiene? ¿Hasta cuándo va a soportar tal situación?

Desde esta muy noble ciudad de Culiacán –como siempre la llamara el licenciado Jaime Daza- ¿qué le contesto a la maestra? Que todos andamos muy distraídos cuidando nuestros intereses personales en medio de la crisis de seguridad que vivimos, que las instituciones se ahogan en sus propios problemas, que las mujeres tendrán que buscar rascarse con sus propias uñas. Desde luego que no. Ya hemos recomendado algunas medidas cautelares. Vale.

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